Imagina que viajas al espacio por 10 años en una misión para establecer contacto con una civilización extraterrestre….
Desgraciadamente la misión no obtuvo el resultado esperado, fue un rotundo fracaso y la tripulación, o los que quedaron de ella, volvieron a casa. Pero la mayor sorpresa está por venir, y es que a tu llegada descubres que han pasado 127 años desde el despegue.
Posiblemente esperarías ser recibido con gusto e intriga por parte de los nuevos habitantes de la tierra, pero nada de eso sucede. La recepción es a penas reconocible, te internan en un centro de adaptación lunar donde aprenderás todo lo que ha cambiado en tu ausencia pero de alguna forma de aburres y escapas a ver el mundo.
El mundo del futuro se convirtió en algo aterrador, el estado de bienestar ha permitido que el dinero a penas y se use, pero la sociedad está empeñada en nunca envejecer, absorbida por ideas superficiales donde no importa el conocimiento y, lamentablemente, la misión espacial en la que participaste ha quedado olvidada.
Esa es la propuesta que Stanislaw Lem presenta en «Retorno a las estrellas». Bajo una pluma fluida, característica esencial del escritor polaco, el lector es llevado por el astronauta Hall Bregg a un encuentro con la sociedad del futuro que parece tacharlo de extraño, un desconocido al que no se le dio nada por arriesgar su vida en pro de la ciencia espacial.
A lo largo de la novela el lector comenzará a preguntarse si realmente un futuro en el que el bienestar de todos y la simpleza en las relaciones humanas es lo que le deparan a nuestro mundo a partir del camino que hemos tomado.
«Retorno a las estrellas» es todo un clásico de la literatura, demuestra la percepción optimista que se tenía en los años 60 sobre la exploración espacial pero, especialmente, sobre el futuro de la humanidad en un mundo donde parecía que el Estado de bienestar se imponía sobre el comunismo. Muchos años después sabemos que ese modelo de Estado sucumbió ante las crisis económicas y hoy día tenemos un planeta que parece dirigirse a una mayor individualización de la sociedad, donde lo más importante parece ser el capital.
En ese sentido, retomar a Stanislaw Lem permitirá que el lector se sumerja en los miedos y motivaciones de alguien que vivió en un siglo de fuertes cambios y que, al parecer, pensaba que se daría una consolidación del Estado de bienestar derivando en un mundo económicamente más justo para todos…
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