De las muchas cosas que asustaron y fascinaron a las huestes de Hernán Cortés posiblemente la que se lleva el primer lugar es la llamada “torre de creaneos”, que adecuadamente se llama tzompantli.
Pese a la incredulidad que existía en torno a este tipo de construcciones, evidencias arqueológicas han demostrado lo importante que fue esta práctica en varios pueblos mesoamericanos, especialmente entre los mexicas.

Los recientes hallazgos en la excavasión del huey Tzompantli, en el centro de la Ciudad de México, han evidenciado la majestuosidad que dichas construcciones podían alcanzar. De hecho se argumenta que este descubrimiento es el descrito por uno de los soldados de Cortés, Andrés Tapia, quien lo describía como:

Se tiene claro que el sacrificio jugaba un papel determinante en la cosmovisión mesoamericana ya que otorgar vidas a una deidad específica era fundamental para mantener el equilibrio.
En consecuencia, la exhibición de las cabezas de sacrificados era una práctica no solamente normal sino incuestionable dentro del orden existente. Sin embargo, estas prácticas fueron vistas con horror y rápidamente erradicadas tras el sincretismo iniciado con la llegada de las huestes de Cortés y durante los siglos posteriores.

Imágenes disponibles en National Geographic
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